viernes, 22 de febrero de 2008

Caos Calmo


jueves, 21 de febrero de 2008

Muero de ti

No es que muera de amor,
muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.

Muero de ti y de mí,
muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero,
te muero,
lo morimos.

Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé como yo mismo.

Morimos en el sitio que le he prestado al aire para que estés fuera de mí,
y en el lugar en que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros,
separados del mundo,
dichosa, penetrada, y cierto,
interminable.

Morimos, lo sabemos,
lo ignoran, nos morimos entre los dos,
ahora, separados, del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.

Nos morimos, amor,
muero en tu vientre que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin,
muero de máscaras,
de triángulos obscuros e incesantes.

Jaime Sabines

martes, 19 de febrero de 2008

Astronauta

Según parece, los cielos sufren a menudo de picazones. Bueno, para eso están los rascacielos. A ciertos cielos tenebrosos, como el de Nueva York, los rasca el Empire States Building, que ha suplido en esas funciones a las desdichadas Torres Gemelas. Por su parte, al humilde cielito de Montevideo, que también sufre de picazones, lo rasca el Palacio Salvo. Los rascacielos no desaparecen con antialérgicos; sólo son sensibles a los terremotos. A veces, cuando los rascacielos exageran su trabajo contra el firmamento, entonces llueve, los grandes edificios chorrean y la pobreza abre su paraguas. Sé de una muchacha que es un cielo y al parecer le pica el alma.
Quiero ser rascacielo.

martes, 5 de febrero de 2008

Hoy y mañana

Si ella me faltara alguna vez
Nadie me podría acompañar
Nadie ocuparía ese lugar
Que descubro en cada amanecer
Si me faltara alguna vez
Si Ella me dejara de querer
Cuando la contemplo al despertar
Toda la pureza que me da
Nunca la podré corresponder
Si me dejara de querer
Si ella se olvidara de cantar
Ese hermoso mundo que me da
Como volvería a predicar
Si fue su palabra mi verdad
Si se olvidara de cantar
Si ella no inundara esta ciudad
Todo cambiaría de color
Gozaría de otra claridad
Cuando miro y pienso con dolor
Si no inundara esta ciudad
Si ella me faltara alguna vez
Si ella me dejara de querer
Si ella se olvidara de cantar
Si ella no inundara esta ciudad
Yo escribiría esta canción.

lunes, 4 de febrero de 2008

Piccola Stella

sábado, 2 de febrero de 2008

Del diario de Martin

"Lo sapevo" ha detto. "Per questo sono venuta a prendere un caffè"